Este fin de semana fue muy especial, y es que hay cosas que suceden
cuando menos uno lo espera. Hace unos meses, nos dijeron que Juan
Tamariz venía para Canarias y por un momento, nos quedamos en shock,
no dábamos crédito, incluso dudamos si estábamos soñando o no; pero lo más increíble de todo, era dónde iba a actuar, a cinco
minutos de casa, eso sí que era ya para pellizcarse una, dos y hasta
tres veces.
Ni
cortos ni perezosos, compramos las entradas, esta oportunidad no la
podíamos dejar pasar. Tanto a mi mujer como a mi, nos emocionaba
conocer en persona a alguien que nos ha inspirado tanto cariño y
tanta ternura, y por mi parte, un placer por aprender y disfrutar aún
más si cabe, de este noble arte. Por si fuera poco, también venía
acompañado de su esposa, Consuelo Lorgia, una gran maga donde las
haya y de Manu Vera, un profesor genial al que le debo muchas
sutilezas, muchos cambios en mi visión de la magia y muchos otros
que seguirán, de eso estoy seguro.
Llego
el día y nos encontramos en el teatro con varios compañeros del
círculo, siempre es bonito compartir entre todos y maravillarse de
este tipo de espectáculos y claro está, aprender pero sobre todo
disfrutar juntos.
Nada
más salir Juan al escenario, mi mujer y yo sentimos una gran
alegría, es que se puede ser tan bueno, tan grande y tan sencillo a
la vez. Tamariz te lleva a su mundo, un lugar donde el tiempo se
pasa en menos de un soplo de viento, y donde la ilusión, la maestría
y el cariño se cogen de la mano y empiezan a jugar entre cartas,
cuerdas y risas a un baile perfecto y sincronizado.
Y
que decir de Manu Vera, hizo un número precioso con un pañuelo un
tanto peculiar y luego nos deleito con sus sombras chinescas, a cada
cual mejor trabajada, hasta los más mínimos detalles. Una actuación
elegante y emotiva. Cuando uno ve este tipo de rutinas no puedes más
que reconocer la profesionalidad y las tablas que hay detrás.
Consuelo
Lorgia nos maravilló con flores apareciendo de distintos lugares, y
con una lectura de cartas con Juan, muy hermosa, con un estilo
increscendo, que dejó a los espectadores pensando <<¿Cómo es
posible?>>
Cuando
terminó, nos quedamos con ganas de más, con una sensación de no
puede ser que haya acabado ; y aunque se fue todo el mundo, no
podíamos dejar que todo terminara así.
La
noche cerró de la mejor manera, tras esperar un rato en la puerta
del teatro, salieron y pudimos hablar con Juan, Consuelo y Manu. Por
fin pude hablar con Manu de tú a tú, después de tantos meses,
entre juegos y enseñanzas y me encantó. Con Juan tuve un par de
palabras ¡qué nervios jaja! Y mi mujer pudo pedirle que me firmara
unos libros que había traído.
Quién
sabe en un futuro no muy lejano igual hay otra ocasión como la
vivida este fin de semana, ¡qué ganas!
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